La meiofauna está compuesta por invertebrados que miden entre 100 y
1.000 micras. Aunque no ha sido muy estudiada, cumple un papel vital en
la detección de tóxicos y remoción de bacterias en los ecosistemas
acuáticos.
Pueden encontrarse en el suelo o en el agua (en aguas
libres, el fondo o litoral de lagos, ríos, espacios subterráneos y
mares) y, además de ser parte de la cadena alimenticia, sirven como
indicadores de contaminación y filtros de otros organismos
perjudiciales.
“La meiofauna de aguas continentales puede estar
compuesta por larvas jóvenes de algunos insectos, pequeños moluscos,
ácaros, microcrustáceos como copépodos, pulgas de agua y ostrácodos,
además de gusanos nemátodos y formas pequeñas de anélidos: lo importante
es que tengan este tamaño para formar parte de ella”, sostiene Santiago
Gaviria, profesor de la Universidad de Viena (Austria), consultor en
ecología acuática y sistemática animal, y jurado de tesis doctorales en
la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional de Colombia.
Para
el investigador, el tamaño de estos organismos ha causado dificultad,
teniendo en cuenta que ha despertado menor interés de estudio en
comparación con la macrofauna invertebrada o los vertebrados como peces y
anfibios.
“Se requiere de mucha paciencia y de buen pulso para
hacer microdisecciones bajo un estereoscopio, y uno se demora una hora
haciendo una placa para identificar una especie”.
Sin embargo, sus usos son comprobados e incluso se aplican para el mejoramiento de ecosistemas acuáticos.
De
acuerdo con el profesor Gaviria, en Colombia se reportaron 104 especies
y subespecies de meiofauna del grupo de los branquiópodos, en 12
departamentos del país. Estos son mejor conocidos como pulgas de agua.
Diversas
especies de meiofauna, como las dafnias, se alimentan de algas y
bacterias. Esto las convierte en un filtro de gran efectividad en los
embalses que aclaran las aguas.
“Hay aplicaciones de meiofauna planctónica en embalses del río Támesis
en Londres, donde han llegado a remover hasta un 99% de bacterias y
algas utilizando pulgas de agua”, agrega Santiago Gaviria.
Otra
utilidad es como detector de toxicidad en las aguas; de hecho, en
Colombia se trabaja con especies de microcrustáceos en estudios de la
Universidad Nacional, la Universidad de Antioquia y la Empresa de
Acueducto de Bogotá, desde hace aproximadamente dos décadas.
“Se
han cultivado especies como Daphnia pulex, utilizadas para detectar
niveles de toxicidad de metales pesados, pesticidas y elementos tóxicos
en general”, añade Gaviria.
A pesar de los avances, el académico considera que la investigación de
estos organismos no acaba ahí y su aplicación como indicadores
ambientales debe ser consolidada.
“Lo que se debe hacer es buscar
las valencias ecológicas para cada especie tanto en temperatura, como
en pH, tolerancia de oxígeno o de nutrientes, y que se apliquen estos
índices para hacer monitoreos de lagunas, ríos y aguas subterráneas”,
concluye. (Fuente: UN/DICYT)
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